Despierta alma, revive de tu letargo,
clamo a ti, pues pese a este dolor amargo,
que sobre mi corazón y mis tripas hechas vientre,
se que aún vives, conozco tus agonizantes dejes,
cual chirridos de tristeza melancólica.
Como ya se ha vuelto costumbre, todos los días,
despierto con el balde de la agonía viva,
al ver como mi sufrimiento y dolor pasan en vano,
al ver como seres sin corazón tratan el mio como sucio trapo,
que se pudre por su podredumbre,
en la mas alta nube, en la más majestuosa cumbre,
donde atribulado mi corazón espera,
una medicina que no llega,
una mano sanadora que fue cortada,
cuando amor y comprensión la misma cosa eran.
Sé que no te has muerto alma mía,
pues aunque te han llenado entera de puñaladas,
aunque parezca que no resistes aún una calada,
de este atroz mundo y sus mundanalidades,
en el cual te toca vivir más no reposar,
pues como se podrán pasar,
con agua, con vinagre o con ácido,
los llantos de un espíritu que plácido,
alberga su presto tiro de gracia.
Pese a todo eso aún respiras, con la tribulación que te achecha,
con los lobos circundantes por toda la faz de la tierra,
que sin temor te acorralan cual más debil de sus presas,
cual más crudo y temerario delincuente,
a tu cabeza o alma mía ponen precio.
¡Oh ojalá se levante el mar recio!
¡Se cierna por encima de sus cabezas,
y se hundan todos en sus propios cuentos,
en su propia mentira, en su propia vanagloria,
en sus propios sueños descabezados,
en sus propios temores, y descerebrados
de toda esperanza viva,
ansien la muerte pero no la hayen,
pues ella digna de todos ellos pase,
y exclame con prontitud:
por cuanto vuestros perversos caminos no andaron con rectitud,
por cuanto el alma de un buen samaritano afligís,
sea ahora vuestra agonía por reposo,
y la aflicción de vuestras carnes como descanso,
asi aprenderéis lo que es desear la muerte,
y que esta diga, con voz fuerte,
estos muchachos y sus muchachadas,
que la muerte para más que para sus almas escacharradas,
y su piel desdeñada,
sirve a los de corazón, alma y espíritu,
cuyas palabras son menaje lírico,
y en cuyo reposo auspicio se encuentra.
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