martes, 6 de octubre de 2015

La solución es no sentir nada


El profesor de una asignatura desconocida pisó hoy el hostil terreno de mi clase. Un hombre gris tanto de mirada como de traje, un espectro de un sueño pasado que traía debajo de su largiruenta bata un olor penetrante a azufre, como si de los infiernos se hubiera escapado. Su sombrero color mate apenas dejaba entrever esos ojos grises, cansados de mirar, hartos de llorar, hastiados de padecer.

Se sentó en la mesa, nos miró lentamente, y una sensación escalofriante penetró nuestras espaldas. Aquel hombre con una precisión atizadora, llamó a la plataforma a dos chicos que estaban sentados detrás mío. Se quitó el sombrero, tenía el pelo color gris oscuro, como los cielos encapotados. Nos echó un vistazo rápido a los demás mientras con la mirada puesta en los ojos de estos dos desafortunados miedosos, susurró en voz audible: "La solución es no sentir nada".

Los dos se miraron extrañados. Yo que caminaba con ellos los interminables pasillos de aquel viejo instituto, atinaba a recordar que aquel misterioso hombre era el que nos cruzábamos de manera habitual entrando en la biblioteca, de la cual al salir haciendo un gesto caballeroso con el sombrero, no dejaba de mirar a las dos personas que reían inocentemente a mi lado. Que curioso... siempre que salía de la biblioteca llevaba el mismo libro entre brazos: "Como perder la cabeza por alguien en ocho semanas" libro cuyo autor no recuerdo, pero imagino sería una especie de mensaje que nos daba, de manera indirecta, ya que cruzarnoslo todos los días se volvía un tanto extraño.

Al mirarse extrañados el profesor sonrió malvadamente y me llamó a mi a aquella plataforma. Yo asustado, pues vi en su mirada las pruebas que al mundo quería ocultar, caminé lentamente hacia aquella oscura plataforma pintada de un marrón apenas con vida, aceleré poco a poco con la apremiante mirada de aquel hombre.

El hombre, nada más pisar yo aquella plataforma, dio un golpetazo a la mesa con un libro extraño. En la carátula vi el título "Como perder la cabeza por alguien en ocho semanas". Pensé asustado que de alguna manera se había dado cuenta de mi secreto, asi que tragué saliva mientras él entre risas pronunciaba:

-¿Veis lo que digo? Lo mejor es no sentir nada. Si sientes algo, no serás correspondido. Fijaos atentamente en esta persona -dijo haciendo un escaner con su mirada, tanto que me sentí intimidado, como si desnudo se me expusiera en una tienda de arte. -Este chico tiene sentimientos muy bonitos con esta chica, pero este chico jamás será correspondido porque todo lo que siente lo reprime, porque valora demasiado lo que no tiene. Éste en cambio todo le importan cuatro perras, ¿no le veis como sonríe ante estas serías y secas palabras? -alegó señalando de manera acusatoria al otro chico, que apenas acertaba a reírse como un loco.

-¿Observais esta actitud? El mundo es así, así de cruel. ¿Quien permite que pase? Nadie, y a la vez todos, todos permitimos al incluir en nuestro concepto de amor supinas banalidades como la atracción, o el arte de "entrar por los ojos". Este tipo de personas -dijo señalándome a mi con la mano -estas que son de valía, que quieren con el corazón, que sienten con el alma, no son correspondidos, nunca, porque no se atreven a sonreír por todo lo que tienen dentro. En lugar de darle confianza le dejáis de lado, a el y a las personas que tenéis así en vuestra vida. Vergüenza debería daros, vergüenza...

No alcancé a terminar de oír sus alegaciones al respecto. Empecé a ver una niebla tupida cubrir todo cuanto veía, esa niebla poco a poco me engullía a mi a la vez que me sentía desvanecer. Todo lo cubría, menos la sonrisa benevolente de aquel hombre. -¿Ahora me lees? -pregunto en tono sarcástico -Pues nunca más volverás a padecer por amor. Ni aquí ni en ningún sitio...

Cuentan las leyendas que tras parlamentar sus ideas en aquel estrado, desapareció con los pasos entre la abrumadora niebla entre los pasillos del instituto, de aquel tenue edificio donde nadie volvió a ser como antes. Se rumorea que en esa clase, ya nadie ha vuelto a ver las cosas como las veían antes. Dicen tambien las oscuras leyendas, que ronda ese hombre de clase en clase, dando lecciones de amor, lecciones tan contundentes que está a un paso de cambiar el concepto dentro de nuestras fronteras.

Qué lástima que esto sea ficción. Pero la realidad la puedes escribir tu, ¿puedes?

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