sábado, 4 de abril de 2015

Café y carmín


Sentado al fondo del bar lamentando tu nombre
leyendo esa última carta que me dejaste sobre la cama
oliéndola, palpándola, pellizcándome la cara
gritando con la mirada mientras ahogo los sollozos
en una taza de café.

Maldiciendo el día en el que apareciste por la puerta de ese bar
pidiendo tabaco mientras sonreías con tus preciosos labios, 
odiándome a mi mismo por haber caído en la trampa de tus palabras,
recordando como fue aquel instante en el cual me envenenaste
no con pócima ni con brebaje sino con uno de tus cálidos besos
que aun en la mejilla, era cálido.

Como sorbías la taza dejando la marca de tu paso,
tu sello identificatorio, ese carmín color carmesí
aquel momento que confundí con un sueño
pues quedé embobado mirando como un niño
la mancha de carmín y soñando con tus labios.

Maldita mancha que me transportó a las estrellas
al cielo de tu cama, al lecho de tus curvas
desearía no haber pisado nunca este bar
pero ya que estoy hoy en el, no voy a perder el tiempo
pediré un café solo con una gota de anís con una gota de ron.

Sabor a humo, sabor a menta, sabor a lujuria sabor a amor
sabor a la pasión que flotaba en nuestras sábanas,
e impregnada en ellas se quedó el sudor y el disfrute
de una noche de pasión, de una noche de gloria.

Toque de humo guarda el café que degusto con lágrimas en los ojos,
toque de perfume toque de carmín, que me hacía llorar que me hacía lamentar
perder la cordura que gané en el ayer, cuando paseabas el cigarro sobre mi piel
cuando me dijiste te quiero como la tijera al papel.

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